lunes, 4 de mayo de 2015

Ética y comunicación en el caso Eichmann




            Un hecho, una noticia, un evento atravesando un prisma arroja como resultado un arcoiris de opiniones, se descompone en diversos puntos de vista. Supongamos que el prisma es el medio de comunicación, y que los diversos colores que se derivan de la descomposición son las distintas opiniones de los diferentes miembros que forman parte de esta estructura. Con esta pequeña analogía he querido establecer el papel que hoy desempeñan los medios y lo condicionada que está su visión a una línea ideológica, característica que empaña la lupa de la ética alejándose de la objetividad que debe ser la bandera de los medios. Con ejemplos nos topamos a diario, basta sólo con leer un artículo periodístico, encender el televisor o la radio. Sin embargo, hay un caso muy particular que llama la atención.

            El 11 de mayo de 1960 en una operación del Mossad denominada “Operación Garibaldi”, el teniente coronel de las SS Adolf Eichmann fue secuestrado. Eichmann fue uno de los artífices de la llamada “Solución Final del problema judío”, que no es más que el exterminio sistemático de los judíos europeos que hoy conocemos como el Holocausto. El objetivo era llevarlo a Jerusalén para someterlo a juicio. Estos hombres autodenominados nokmin (vengadores en hebreo) lograron su objetivo, capturaron a Eichmann. El 10 de abril de 1961 comienza el juicio. Entre los corresponsales que cubren la noticia se encuentra Hannah Arendt, filósofa de origen judío, en este caso representante de la revista The New Yorker. De esta experiencia fue editada su obra Eichmann en Jerusalen: Un estudio sobre la banalidad del mal. Su cobertura del juicio es considerada polémica, y en muchos casos su propia gente la acusó de traidora. ¿Por qué? Por la simple razón de haber logrado un nivel de imparcialidad y objetividad admirables. Aún siendo judía se despojó de su estrella de seis puntas y simplemente se dedicó a observar y a escribir lo que veía, agregando alguna que otra opinión. Para ella el juicio fue cuidadosamente planificado por el primer ministro David Ben Gurión, con la finalidad de vengar ¿Pero vengar qué? Arendt cuestiona que el fin del juicio es precisamente acabar con la vida de Eichmann, pero no preguntarse por qué sucedió.

            Para ella el resultado del juicio estaba claro incluso antes de comenzar: “la sentencia con pena de muerte era un resultado previsto en el juicio”[1]. Se trataba de víctimas juzgando a su verdugo. Además, la pena de muerte está prohibida en Israel, para llevar a cabo esta sentencia se hizo una excepción. Evidentemente hubo un genocidio sobre el que Eichmann tenía una responsabilidad directa, situación totalmente contraria a lo que se considera por consenso universal como bueno, término directamente relacionado con la ética, incluso con temas de corte moral. Si se toma la idea de Ricoeur expuesta por Gabriel Jaime Pérez en su ensayo La relación entre ética y comunicación en sí mismo como otro respecto a las categorías de verdad, libertad y justicia, la ética, en este sentido, tiene que ver con intencionalidad, con objetivos, mientras que la moral  tiene relación con la norma. Bajo este panorama el concepto polémico propuesto por Arendt para explicar el comportamiento de Eichmann frente al genocidio, la banalidad del mal, se basa precisamente en la respuesta del oficial al alegar que simplemente seguía órdenes. Esta respuesta se apega al código de justicia que imperaba en la Alemania Nazi, esta superficialidad es lo que genera la visión de Arendt. Pero al explorar esta cuestión con la lupa de Ricoeur, el espacio ético ha sido quebrado, el moral se basa precisamente en las normas, que son justamente la articulación de esta intencionalidad caracterizadas a la vez por la pretensión de universalidad y por un efecto de restricción.

            Arendt entiende que Eichmann se comportó inadecuadamente, eso está fuera de discusión, se dedica entonces a analizar el por qué. Guillermo Hoyos Vásquez en su artículo La complementariedad necesaria entre ética y comunicación cuyo enfoque se basa en Habermas y su Teoría de la acción comunicativa, comenta que “el punto de partida de toda ética (es) el reconocimiento del otro como diferente”[2]. Siendo este un pequeño análisis de la relación entre ética y comunicación miremos hacia la postura de Hannah Arendt. Sin duda eligió entender a Eichmann, lo considera diferente, desarrolla una idea a partir de él. Esta postura le valió críticas, sobre todo de su gente, de los judíos, quienes vieron esta actitud como una especie de defensa a un genocida, sin entender que la posición que asumía Arendt realmente es la más cercana a una ética comunicacional, recordando que esto trae consigo una gran responsabilidad. Arendt fue objetiva, descriptiva, crítica y analítica. Pérez indica que los medios “constituyen un ámbito de análisis y reflexión crítica en términos de la pregunta sobre la información veraz, la libertad de expresión y la justicia participativa”[3]. Arendt decidió tomar justamente esta postura pese a las críticas que ya sabía que iba a recibir. El mundo continúa en medio de conflictos, los crímenes de lesa humanidad aún hoy se cometen, luego del Holocausto hubo otros genocidios, y sigue habiendo genocidas que se escudan bajo la escueta defensa de seguir órdenes, pero una Hannah Arendt cubriendo estos juicios, no.

 Chiara Flores Padrón
Estudiante del Décimo Segundo Período
Escuela de Filosofìa de la UCSAR


 ______________________________________________________________

REFERENCIAS

Arendt, H. (1999) Eichmann en Jerusalen: Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona, España: Editorial Lumen.

Hoyos, G. (2009) La complementariedad necesaria entre ética y comunicación. Revista Signo y pensamiento de la Pontificia Universidad Javeriana [Revista en línea]. vol. XXXVIII, nº 55. Disponible: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=86020246001 [Consulta: 2015, abril 9]

Perez, J. (2009) La relación entre ética y comunicación en Sí mismo como otro respecto a las categorías de verdad, libertad y justicia. Revista Acta fenomenológica latinoamericana. [Revista en línea] Volumen III. Disponible en: http://www.clafen.org/AFL/V3/723-741_Perez.pdf  [Consulta: 2015, abril 9]



[1] Eichmann en Jerusalen: Un estudio sobre la banalidad del mal. p.58.
[2] La complementariedad necesaria entre ética y comunicación. p.6.
[3] La relación entre ética y comunicación en Sí mismo como otro respecto a las categorías de verdad, libertad y justicia.p.4.

sábado, 2 de mayo de 2015

Ética y Política



imagen tomada de: http://www.ricoeursociety.org/


            El filósofo y antropólogo protestante francés Paul Ricoeur nos indica en su trabajo “Ética y Política” que con el fin de evitar todo enfoque “moralizante” propone hablar de ambas en términos de intersección, en lugar de precedencia o de subordinación de la una sobre la otra, en esa intersección se da un espacio compartido, donde además se ve un tercer circulo que es el de la economía, y su visión nos deja claro que procede a comparar lo económico con lo ético para así poder especificar lo político, puesto que en la medida en que lo político suscita problemas y dificultades propios, que no se pueden reducir a los fenómenos económicos, se relaciona con lo ético de forma original, propone un gráfico con tres círculos  en intersección con dos y tres zonas comunes.

            En el título I nos dice que lo político debe ser definido en primer término y antes de ser confrontado con la ética, en relación con lo económico y lo social, es pues una fundamentación particular por parte de Ricoeur, ya que  señala que se apoya en Hanna Arendt y Eric Weil de ella toma su obra “La condición del hombre moderno” y de Weil “La filosofía moral” y “La filosofía política” asegura que estos autores  tienen en común  la noción de que la esfera económica y social se basa en esencia sobre la lucha organizada contra la naturaleza, la organización metódica del trabajo y la racionalización  de las relaciones de producción, circulación y consumo, Ricoeur les coloca en la tradición de lo económico desde Aristóteles a Hegel, incluyendo a los economistas ingleses (William Petty, Adam Smith, David Ricardo) y es que para los economistas clásicos, dice Ricoeur, se define el orden económico como un mecanismo social abstracto en lugar de una comunidad histórica concreta; es decir, que es una ley de gravitación universal que opera en China, USA, Colombia y  Venus, a lo cual nosotros no podemos sino pensar que estamos ante una virtud teologal, la fe, no cualquier fe sino en lo inobjetable, la verdad revelada, el camino cierto al paraíso ubérrimo del mercado pletórico.

            A Ricoeur le parece útil seguir a Hegel que define lo económico como un mecanismo de necesidades y a Weil quien reserva el término sociedad para el mecanismo económico y el de comunidad para los intercambios marcados por la historia de las costumbres y los hábitos.

            En el segundo párrafo de la página 363 Ricoeur señala que se puede afirmar que existe un estado moderno cuando hay una sociedad del trabajo organizado, con vistas a la lucha metódica del hombre contra la naturaleza, esto supone al hombre imponiendo su racionalidad, cualquiera que ella sea, a la naturaleza fauve, frente a natura, humana cultura, la lucha contra la naturaleza en la sociedad moderna, junto a la primacía dada  al cálculo y a la eficacia que según nos dice Ricoeur tiende a convertirse en lo sagrado de este tiempo y que una sociedad que se definiera completamente por la economía sería una sociedad totalmente profana.

            Ricoeur nos propone, para comprender en que se distingue lo político de lo económico, que examinemos como hipótesis de trabajo, el asumir lo político como una simple variable de lo económico, siguiendo entonces al marxismo posterior a Marx ya que el autor francés achaca a esa corriente de pensamiento lo que denomina la “gran laguna” que es no haber otorgado una finalidad verdaderamente distinta y al mismo tiempo una afectación específica a lo político, ya que ha sobreestimado el rol  de los modos de producción en la evolución de las sociedades, da por sabido que para la ortodoxia del marxismo las alienaciones políticas no pueden sino ser reflejo de las alienaciones económicas, todo la maldad, lo maléfico de la vida en común sólo puede resultar de la plusvalía o más exactamente de la explotación del trabajo  en una perspectiva pura de lucro; Ricoeur explica que esta reducción de lo político a lo económico (es la economía estúpido) es responsable del marcado desinterés de los teóricos marxistas por la problemática específica que surge por el ejercicio del poder ya que esta problemática está marcada por lo eminentemente político.

            Ante la insatisfacción del hombre moderno sigue a Eric Weil y expone que esto se debe a dos razones: En primer lugar a que la sociedad que se define únicamente en términos económicos es una sociedad de lucha, de competencia, donde los individuos se enfrentan sin arbitraje alguno y esto produce un sentimiento de injusticia, es a la vez técnicamente racional y humanamente injusto, en segundo lugar el individuo no encuentra sentido ni a la simple lucha contra la naturaleza ni en la santificación del cálculo eficaz, es decir que en el trabajo ya no hay el gran educador para la racionalidad que Hegel y Marx veían (conciencia y sus distintos estadios).

            Es en la comunidad histórica  donde la lucha sin cuartel de las sociedades tecnológicas entra en contradicción y se produce como efecto de esa contradicción la llamada “privatización de la felicidad” único espacio posible de realización del yo, lo privado, lo personal, a despecho del espacio público político.


Gerardo Pérez Herrera
Estudiante del Décimo Primer Período
Escuela de Filosofía de la UCSAR

 ___________________________________________________________



Referencias bibliográficas:


Ricoeur,P. (s/f)  Ética y política antología de textos del SEAII aulaucsar.net

http://www.ricoeursociety.org/