lunes, 16 de noviembre de 2015

I CAMBALACHE DE LIBROS


Los Estudiantes de la Escuela de Filosofía de la UCSAR

invitan a

I CAMBALACHE DE LIBROS


Las letras nos unen, por lo que en una acción de solidaridad y recurriendo al trueque hemos organizado en el marco de la Semana de la Filosofía y el Día del Estudiante Universitario este cambalache te que ofrece la oportunidad de intercambiar aquellos libros que ya no quieres tener en una biblioteca por otros que sí te interesan.

Lugar: UCSAR, detrás de la imagen de Santa Rosa de Lima en la parte antigua del Seminario
Fecha: 21/11/2015


Normas del Cambalache de libros:

1.- Puedes llevar hasta 10 libros para intercambiarlos por otros 10.
2.- Los libros deben estar en buen estado: completos, sin roturas, etc.
3.-No se aceptarán libros de textos escolares, revistas, ni manuales de ningún tipo, excepto el manual APA UPEL en su formato editorial.
4.-Una vez que las personas dejen sus libros en la entrada donde se dan los cupones, deben esperar en los mesones.



Te esperamos este sábado en esta nueva actividad.



Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma”.
Marco Tulio Cicerón (106 AC-43 AC)
Político, filósofo y escritor romano.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Ensayo ganador del I Concurso de Ensayo Breve: LOS ETERNOS MINUTOS DE ODIO

   


Lo que han sido dos minutos de odio, han sido ya, una eternidad. El tiempo ya se ha convertido en cadenas que han de oprimir el que con su voluntad desea revelarse. Ya el genio maligno se ha hecho real; ya es el varón de poder que busca la subordinación de sus hombres y la aniquilación de la racionalidad de este mismo. Ya los dos minutos de odio, no son dos; son más… Y mientras unos cuentan, otros ya han sido subordinados, ya no hay tiempo de odiar, para eso ya no hay voluntad; los pensamientos han sido encarcelados para privar el deseo de libertad. Lo que la mirada fija ante el reloj, ya no son los minutos, sino la existencia del objeto, que ya ni en su funcionalidad se puede creer. El ciudadano se ha convertido en individuo; ya este su conciencia le ha abandonado y su andar solo le sostiene el cuerpo; el pensamiento le ha sido rebatado. El hombre de poder se ha encargado, de que dos minutos de odio sean la eternidad del subordinado. La historia ahora carecerá de hechos memorables, pues solo intercede el neolenguaje y la sumisión de los que muchos son llamados hombres muertos de pensamiento. Ya el hombre es sedentario, ya hasta le cuenta pensar, ya duerme más de lo debido, pues ya no desea abrir los ojos para aceptar la realidad. Los ministerios solo son nombres que manipulan la conciencia humana, pues la misión de estos ni siquiera puede dudarse. La ignorancia se ha convertido en la fuerza, así mismo cada vez hay más hombres dentro de la caverna… Ya no hay historia que contar, sino lo que el poder desea revelar, ya no hay verdad. El hombre ya ha sido condicionado y las nuevas sociedades solo juegan a la gallinita ciega, con miedo aunque no parezca, y confundida con justificación. El hombre malo y de poder es misántropo, y solo desea la prohibición del pensamiento, tomando así a la guerra como fundamento de la paz. El hombre ya carece de alas, y aunque este en el año 1984 o en el 2015, la prioridad de este será subordinarse ante los ojos de quien lo manipula. . El pensamiento ha sido castrado, ya no puede ser padre de las ideas… Todo está siendo vigilado, ya al el hombre se le ha sublimado su τέλος; se le ha comprimido los ojos con las vendas de la esclavitud, la ignorancia y la guerra.


Lizdaribeth Torrealba

miércoles, 4 de noviembre de 2015

SEMANA DE LA FILOSOFÍA 2015: Cine Foro y Concurso de ensayo breve

CONCURSO DE ENSAYO BREVE EN EL MARCO DEL DÍA DEL ESTUDIANTE UNIVERSITARIO Y DE LA SEMANA DE LA FILOSOFÍA

En el marco del Día Mundial de la Filosofía celebrado anualmente el tercer jueves de noviembre, los estudiantes de la Escuela de Filosofía de la UCSAR tenemos el gusto de invitarles a un concurso de ensayo breve siguiendo la temática de las actividades propuestas: Totalitarismo. El ensayo deberá tomar en cuenta las ideas presentadas en la obra de George Orwell titulada 1984, cuya película será proyectada en un cine-foro este 14 de noviembre en la UCSAR.

Bases del Consurso

  • La convocatoria es abierta.
  • El ensayo debe ser breve: una cuartilla, fuente Times New Roman o Arial tamaño 12 para el corpus del ensayo y 14 para el título, espacio de 1,5, margen izquierdo de 4 cm, márgenes superior, derecho e inferior de 3 cm. Debe estar identificado.
  • El plazo de envío del ensayo corto es del 2 de noviembre al de 12 de noviembre.
  • La fecha de publicación del ganador será el día 14 de noviembre como parte del Cine Foro de 1984.
  • El ensayo debe ser enviado a  estudiantesfilosofiaucsar@gmail.com.
  • El premio para el ganador será un ejemplar de la obra.


Para cualquier consulta o duda favor escribir a estudiantesfilosofiaucsar@gmail.com



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​T​
ítulo: 1984
Título original: Nineteen eighty-four
Dirección: Michael Radford
País: El Reino Unido
Año: 1984
Fecha de estreno: 10/10/1984
Duración: 113 min
Género: Drama, Romance, Thriller, Ciencia ficción
Calificación: No recomendada para menores de 13 años
Reparto: John Hurt, Richard Burton, Suzanna Hamilton, Cyril Cusack, Gregor Fisher, James Walker, Andrew Wilde, David Trevena, David Cann, Anthony Benson.
Sinopsis:
Basada en el clásico de George Orwell, escrito en 1948. En 1984 el mundo se encuentra dividido en tres estados, dominados por gobiernos absolutistas que prohíben cualquier manifestación de placer. Winston, un trabajador del Partido Exterior en el Ministerio de la Verdad, está escribiendo un diario que puede ser motivo de detención, tortura y posterior "vaporización". Su vida se complica cuando conoce a Julia, con la que inicia una relación clandestina, que mantienen fuera del alcance de las cámaras que vigilan a la población, para aniquilar cualquier asomo de rebelión.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Ética espacial




El ser humano siempre ambicioso en satisfacer cada necesidad, ha realizado enormes esfuerzos para conocer más allá de las fronteras terrestres en la conquista del sistema solar. Las excursiones espaciales son proyectos científicos muy costosos, en los que enviar naves fuera de nuestra atmósfera, descubrir agujeros negros o la investigación para vivir en Marte puede llegar a consumir gran parte del PIB de los países industrializados. Países como Alemania, la antigua URSS y el mundo anglosajón, por ejemplo, en la Guerra Fría hicieron grandes avances en este tema, pero la inversión disminuyó cuando finalizó, al punto de atender otras necesidades como la educación, la medicina, o problemas medioambientales como el calentamiento global.
     Todo ello ha traído como consecuencia la discusión no sólo respecto a los problemas éticos de los científicos, sino también con relación a la sociedad. Entonces cabe preguntar ¿existe una ética de la ciencia distinta a la que se aprecia en otra institución social?
    En el 2003 una comisión de la Unesco se reunió en la Universidad de Jaén para analizar la regulación del espacio ultraterrestre ¿Cuál es la utilidad de los datos obtenidos por satélite? ¿Cuáles son los usos verdaderos del espacio? ¿Quién realmente se beneficia de ellos?, ¿Cuál es el verdadero impacto de la contaminación espacial? A todas estas preguntas intentaron dar respuesta un grupo de reputados científicos y jurista. (Donaire, 2003)
     Algunos de los invitados mostraron interés en la posibilidad de crear una organización internacional del espacio, con el perfil judicial y técnico; ya que existe un gran vacío desde el punto de vista legal respecto al tema espacial. Es importante destacar que nadie podría afirmar o negar con certeza, que por ejemplo grupos terroristas estén usando satélites para beneficio propio, o cual es el peligro real de la basura espacial.
   Sin embargo, se destacó en la mencionada reunión que el desarrollo de las comunicaciones, la observación de los ecosistemas, el clima y la prevención de catástrofes naturales son algunos de los beneficios que a juicio de un científico francés, ofrece a la humanidad la política espacial. (Ídem).
     En este sentido muchas misiones se han lazado al espacio para estos fines. Sierra (2012), destaca que en el 2011 la misión Curiosity destinada a la exploración de Marte, poseía una energía nuclear cuyo combustible son 4,8 kilogramos de plutonio 238. Estadísticamente de cada 100 cohetes uno termina explotando y esparciéndose por toda la atmosfera terrestre, de haber tenido un accidente durante su lanzamiento, hubiera hecho llover una radiactividad letal para los seres humanos y las demás formas de vida en nuestro planeta. Esos 4,8 kilogramos de plutonio 238 de Curiosity poseían el potencial de producirle tal cáncer a 4.800 millones de seres humanos, cerca del 70% de la población humana del planeta.
     Todos estos esfuerzos de llegar a Marte son pensando para plantear la posibilidad de vivir allí, lo que conduce a esbozar también algunos temas éticos futuros e interesantes tales como ¿Cuál será nuestro comportamiento si colonizáramos Marte? ¿Repetiremos la historia de lo que hemos hecho con el planeta o vamos a apostar por la perfección? Ante esto se plantea lo siguiente:

Los pensadores de la era espacial nos alertan sobre los errores cometidos en el pasado, en el que la máquina colonizadora de los grandes imperios arrasó los distintos ecosistemas que encontraba a su paso, transfomándolos para su beneficio. Como ejemplo de ello, la conversión de espacios agrícolas africanos en grandes plantaciones de monocultivo para surtir de materias primas a la metrópoli. O la destrucción de grandes porciones de selva amazónica para dar lugar a carreteras, poblaciones y terrenos de cultivo. En el proceso, gran número de especies animales y vegetales se ven desposeídas de su nicho ecológico y perecen o se ven obligadas a desplazarse quedando en condiciones precarias. No es difícil imaginar que una modificación drástica de las condiciones de un planeta para acomodarlo a las necesidades humanas fulminaría de manera inmediata cualquier vestigio de vida autóctona en poco tiempo.
Pero Marte es grande. No tan grande como la Tierra, pero quizá lo suficiente como para que puedan coexistir esas dos realidades: la autóctona, si es que la hay, y la exógena, si es lo suficientemente respetuosa con el entorno. En cualquier caso, este es el reto. (Santos, 2013; p.1).

     Este tema da para muchas especulaciones, por lo novedoso y las múltiples posibilidades que en un futuro podrían materializarse, ya que la era espacial no llega ni a  los 60 años, tomando como punto de partida 1957 cuando se llevó al espacio a la sonda Sputnik. No obstante, la astroética debería estudiar aquellos hechos históricos que dieron origen a todas las investigaciones espaciales como por ejemplo, que Giordano Bruno ampliando las ideas de Copérnico al escribir Sobre el Infinito Universo y los Mundos sin tener la tecnología actual, fue uno de los primeros capaces de constituir una proyección del universo así como lo conocemos, y por defender estas concepciones demasiados avanzadas para la época, murió en la hoguera cincuenta y siete años después que Copérnico.
     Con base a esta experiencia podría crearse una astroética que plantee la reivindicación de Bruno y proponga cuestiones de envergadura sobre lo que ha ocurrido y está ocurriendo; y no suministrar sueños futurísticos sacados de ciencia ficción como la ética en Marte.
  Yorbis Esparragoza
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Referencias Bibliográficas

Donaire, G. (2003). La ética espacial. [En línea]. Disponible:http://elpais.com/diario/2003/06/27/andalucia/1056666153_850215.html [Consultado: 2014, 25 de noviembre].

Santos, J. (2013). Astroética. [En línea]. Disponible:http://galaxiamuylejana.blogspot.com/2013/02/astroetica.html. [Consultado: 2014, 25 de noviembre].

Sierra, C. (2012). La dimensión ética de la exploración espacial: más allá de contradicciones y lugares comunes. [En línea].Disponible:http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/36870/3/articulo6.pdf[Consultado: 2014, 25 de noviembre].




lunes, 21 de septiembre de 2015

Fenomenología y naturaleza del mal




La Judeca y Lucifer. Paul Gustave DoréFuente: http://www.openculture.com/2015/04/artists-illustrate-dantes-divine-comedy-through-the-ages.html


Dice Aristóteles que la filosofía comienza con el asombrarse. Si la premisa es válida, yo estoy empezando a ser filósofo –hasta ahora sólo había sido profesor de filosofía- porque me asombra cómo muchos filósofos han tratado el asunto del mal. Creo que se ha tratado de mala fe, en sentido sartreano. La mala fe es, según el existencialista francés, un modo de negarse a sí mismo en lo que se es, esto es, como un ser para sí mismo. La mala fe se distingue por ello de la pura y simple mentira, la cual  no se refiere al ser propio, sino al ajeno, a algo trascendente, que se niega al mentir. En la mala fe lo que se niega es uno mismo por medio del autoenmascaramiento. Y digo esto porque en la relación objeto-sujeto, el mal está de este lado, no en los objetos. Estamos en general de acuerdo con los estoicos que  señalaban que el mal forma parte de la realidad, porque sin él la realidad sería incompleta. Es decir, puede concebirse como un elemento necesario para la armonía universal.
Las doctrinas más “exitosas” sobre la naturaleza del mal son las que lo definen como privación. En este sentido, el bien es ser; el mal, no ser, la nada. Pero si, según el Aquinate, el mal no tiene una causa eficiente, sino deficiente, se pudiera afirmar que él es causa, muchas veces, de lo excelente. Al menos en música, de la buena música. Veamos. Uno de los grandes músicos del siglo XVI fue Antonio de Cabezón, nacido ciego. Y Joaquín Rodrigo, el genial autor delConcierto de Aranjuez, lo fue desde la infancia. El caso más dramático, como todos saben, es el de Ludwig van Beethoven, que escribió la Novena Sinfoníacompletamente sordo. No debe deducirse de esto, sin embargo, que si eres ciego o sordo serás un genio de la música.
 Pero la privación no sólo es causa eficiente en música,de  la buena música, sino también en otros territorios. Maikel Melamed es conocido en el mundo entero por su fuerza de voluntad. Al nacer le fue diagnosticado  “retraso motor”, que consiste en un estado de hipotonía general del cuerpo, es decir,  que era una masa inerte sin posibilidad de movimiento. Pero además de practicar deportes extremos como parapente, paracaidismo, buceo y montañismo, ahora es reconocido en todo el mundo por participar en los maratones de Nueva York, Berlín y Boston. Con toda seguridad, su privación es causa eficiente de lo que podemos ser capaces. Por último, señalo un caso extremo: Stephen Hawking. A pesar de estar reducido prácticamente a ser un cerebro sentado, su condición no le ha impedido el llegar a ser uno de los más importantes cosmólogos y físicos teóricos de la segunda mitad del siglo XX y de lo que va del XXI. Dicho lo  que antecede, a partir de una cierta fenomenología –que es lo que ha faltado, en general, en las explicaciones tradicionales-  pasaré en las próximas líneas a establecer la  naturaleza del mal.
Quisiera empezar recordando que filósofos y psicólogos utilizan con frecuencia el término fenomenología como genérico que engloba todos aquellos elementos que habitan el mundo de nuestra experiencia consciente: pensamientos, olores, picores, dolores, gatos voladores de color violeta, intuiciones y todo lo demás de esta índole. Este uso del término tiene orígenes ligeramente distintos que merece la pena recordar.
Como todos los estudiantes filosofía saben, en el siglo XVIII, Kant
distinguía entre «fenómenos», las cosas tal como nos aparecen, y«noúmenos», las cosas como son en sí mismas. Con el desarrollo de las ciencias naturales o físicas en el siglo XIX, el término fenomenología pasó a designar simplemente todo estudio descriptivo de cualquier materia, de forma neutral o preteórica. La fenomenología del magnetismo, por ejemplo, ya había sido iniciada por William Gilbert en el siglo XVI, pero su explicación tuvo que esperar a los descubrimientos sobre la relación entre el magnetismo y la electricidad llevados a cabo en el siglo XIX, y al trabajo teórico de Faraday, Maxwell y otros.
En alusión a esta dicotomía entre observación precisa y explicación teórica, la escuela o movimiento filosófico conocido como Fenomenología (con efe mayúscula) nació a principios del siglo XX alrededor de la figura de Edmund Husserl. Su objetivo era establecer unas nuevas bases para la filosofía (y, de hecho, para todo el conocimiento) a partir de una técnica especial de introspección. De acuerdo con esta técnica, el mundo exterior y todas sus implicaciones y presuposiciones deben ser puestas «entre paréntesis» en un acto particular de nuestra mente al que se denominó epojé. El resultado de este proceso era un estado investigativo de la mente gracias al cual se suponía que el fenomenólogo podía acceder a los objetos puros de la experiencia consciente, denominados noemas. De este modo la investigación no se vería influida por las distorsiones y prejuicios, frutos de teorías y prácticas. Pero la Fenomenología ha sido incapaz de hallar un único método con el que todo el mundo estuviera de acuerdo. Yo voy a  seguir la práctica habitual reciente de adoptar el término (con f minúscula) como genérico para designar todos aquellos elementos de la experiencia consciente que deben ser explicados.
Hagamos, pues, una breve visita al jardín fenomenológico, sólo para estar seguros de que sabemos de qué estamos hablando, aunque no sepamos aún cuál es la naturaleza última de lo que investigamos.  Por fuerza, no podrá ser más que una visita superficial y apresurada.  Pero será suficiente para hacer un desafío radical en contra del pensamiento tradicional.
Nuestra fenomenología se divide en tres partes: (1) experiencias del mundo «exterior», tales como imágenes, sonidos, olores, sensaciones resbaladizas y rasposas, sensaciones de frío y calor, y sensaciones sobre la posición de los miembros de nuestro cuerpo; (2) experiencias del mundo puramente «interno»,tales como imágenes fantasiosas, las visiones y sonidos interiores fruto de nuestros sueños y nuestras conversaciones con nosotros mismos, recuerdos, buenas ideas y corazonadas repentinas; (3) experiencias emotivas, entre las que encontramos, por un lado, los dolores corporales, las cosquillas, las «sensaciones» de hambre y sed, pero también arrebatos emocionales de rabia, felicidad, odio, vergüenza, asombro, un amplio abanico que va desde las visitaciones menos corpóreas del orgullo, la ansiedad, el remordimiento, el distanciamiento irónico, el arrepentimiento, el pánico o la frialdad, pasando por una zona intermedia de rabia, felicidad, odio, vergüenza, lujuria o asombro.
Esta taxonomía se basa más en la semejanza superficial y en una tradición que en una supuesta íntima relación entre los distintos fenómenos, según la apreciación de Daniel Dennett. Pero por algún sitio tenemos que empezar.
Hace poco, un día laborable cualquiera, mi hija mayor me gritó desde la puerta, cuando se iba para su trabajo: “Chao, pa. Me voy”. “Chao, hija”, le contesté y seguí con mi labor. Apenas habían pasado 5 minutos, cuando mi hija regresó llorando muy alterada y con el pánico reflejado en su rostro. Abrazada a mi y con su cara apoyada sobre mi hombre, apenas lograba balbucear entre sollozos: “Me asaltó... Ese  tipo bien vestido me asaltó... Me puso una pistola en el pecho y me quitó el celular... En la entrada del edificio”. Gran parte de la mañana se la pasó llorando y temblando.
Otro día veía yo un estupendo programa de Vale TV sobre investigaciones arqueológicas. De pronto, aparece en pantalla alguien muy poderoso. Sin aviso y sin protesto. No hay la posibilidad de no verlo u oírlo si quiero seguir con la televisión. No tarda mucho en insultarme, y yo no le puedo replicar. Un frío intenso recorre mi espina dorsal. Para dedicarme a otra cosa, me veo obligado a apagar el aparato.
A las 8 y dos minutos de la noche del 29 de julio de 1967, a cuatro días de la celebración del Cuatricentenario, Caracas se vio estremecida por un terremoto de 6.7 grados en la escala de Richter. RCTV  anunciaba la transmisión de un programa sobre Superman. Como si se tratara de un remolino causado por el veloz desplazamiento del superhéroe, empezó por oírse un ruido sordo que cada vez se acercaba más. De pronto,  las vigas y las paredes de la casa empezaron a temblar. Sin pensarlo más, todos salimos a la calle. Nos petrificó la sensación de que la calzada se iba a abrir y que nos tragaría para sus entrañas. La violencia del sismo rompió los equipos de percepción de movimientos telúricos del Observatorio Cagigal. Fueron 55 segundos de terror que dejaron en la zona de Caracas un balance de 236 muertos, 2.000 heridos y daños materiales de más de 10 millones de dólares imperiales.
De los tres eventos narrados podemos sacar la siguiente conclusión sobre la naturaleza del mal: el mal es un sentimiento, es el más profundo de los sentimientos. En otros términos, el mal es uno de los gigantes del alma, según la feliz expresión del psiquiatra Emilio Mira y López. Tratemos de entenderlo.
En el primer caso, sentí la rabia y la impotencia de no poder evitarle a mi hija aquellos momentos de desgarramiento interior. Posiblemente su agresor se sentía ufano y poderoso por haberle arrebatado a una linda muchacha, en la entrada de su casa, un aparato caro que  -sabía- él no podría usar. ¿Por qué lo hizo, entonces? De seguro, la futilidad de su acción era un elemento nada despreciable del gozo sádico buscado y alcanzado. Definitivamente, carecía del sentimiento del mal. La frialdad y sequía de tal sentimiento es algo demasiado patente para no considerarlo.
En el segundo caso, tampoco el visitante no invitado que irrumpió en mi cuarto manifestó el sentimiento del mal. Al contrario, creo que pensaba que hacía el bien. Entraba en los hogares venezolanos a realizar sus fechorías valido de la fuerza que le daba su cargo. Con sonrisa poco franca, anunciaba que era una Cadena Nacional. ¿Para qué? También la futilidad de la acción y el goce de su ejecución eran los ingredientes de la falta del sentimiento del mal. El desalmado intruso daba consejos, prometía y amenaza. Y de ahí pasaba a los insultos. Siento, todavía, que me grita a mí. Por experiencia de la firma para pedir la revocación de su mandato en el cargo que ostenta, sé de lo que era capaz. Así que al verlo me invade el delirio de persecución, anunciado por el sentimiento del mal.
En el tercer caso narrado, es obvio que la naturaleza no tiene sentimientos (a veces pensamos que Dios tampoco, sobre todo si identificamos a la una con el otro, como quiso Spinoza: Deus sive natura). Los destrozos que la naturaleza nos hace son de la misma clase que los bienes. Sin embargo, a uno se le achica el corazón en un terremoto, sobre todo por la minusvalía en que estamos y por la fragilidad de que estamos hechos. Pero otros no tienen ese sentimiento del mal. Algún predicador sentirá regocijo y placer inmenso al ver cómo Dios (o la naturaleza) castiga a sus criaturas más díscolas. Un terremoto es un instrumento de la ira divina.
Para terminar con esta fenomenología, consideremos lo que algunos llamarían un mal físico, la aparición de una enfermedad devastadora, la enfermedad que la llevará a la tumba a los 24 años: tuberculosis.  Santa Teresa del Niño Jesús lo recuerda de esta manera en el cap. IX de la  Historia de un alma: “En cuaresma del año pasado me encontraba más fuerte que nunca, y esta fuerza, a pesar del ayuno que observé en todo rigor, se mantuvo perfectamente hasta Pascua. Cuando el día de Viernes Santo, a primera hora, Jesús me dio la esperanza de ir pronto a gozarle en su hermoso cielo. ¡Oh qué dulce recuerdo!
“El jueves por la noche, no habiendo obtenido permiso para quedarme velando al Monumento la noche entera, me retiré a las doce a mi celda. Apenas asenté la cabeza en la almohada, sentí que un borbotón subía hirviendo hasta mis labios. Creí que iba a morir, y mi corazón se partió de alegría. No obstante, como tenía que encender mi lamparilla, mortifiqué mi curiosidad hasta la mañana siguiente y me dormí apaciblemente.
“A las cinco dio la señal el despertador, y enseguida recordé que tenía que aprender alguna cosa buena. Aproximándome a la ventana, lo constaté pronto, encontrando mi pañuelo lleno de sangre. ¡Qué esperanza, madre mía! Estaba íntimamente persuadida de que mi Amado, en aquel aniversario de su muerte, me hacía escuchar el primer llamamiento como un dulce y lejano murmullo que me anunciaba su feliz llegada”.
Definitivamente, la aparición de tan terrible enfermedad para la santa de Lisieux no venía precedida por el sentimiento del mal. Y al escribir estas líneas vienen a mí las palabras  que cierran el capítulo III  de la Teoría de los sentimientos morales de Adam Smith. El capítulo  se titula “Del modo en que juzgamos acerca de la propiedad o impropiedad de los sentimientos ajenos por su armonia o disonancia con los nuestros”.  Las palabras son:
“Cada facultad de un hombre es la medida por la que juzga de la misma facultad en otro. Yo juzgo de tu vista por mi vista, de tu oído por mi oído, de tu razón por mi razón, de tu resentimiento por mi resentimiento, de tu amor por mi amor. No poseo, ni puedo poseer, otra vía para juzgar acerca de ellas”.  En los casos juzgados no he visto signos que me permitan afirmar armonía de sentimientos. En todos ellos, en mí ha estado presente el sentimiento del mal.

 Claro que postular la tesis que estamos afirmando supone un enfrentamiento, entre otros, con Hegel. Veamos esto.
 En el capítulo 1 de la “Introducción general” a  sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, Hegel anotó lo siguiente:
“Dios es el ser eterno en sí y por sí; y lo que en sí y por sí es universal es objeto del pensamiento, no del sentimiento. Todo lo espiritual, todo contenido de la conciencia, el producto y objeto del pensamiento, y ante todo la  religión y la moralidad, deben, sin duda, estar en el hombre en forma de sentimiento, y así empiezan estando en él. Pero el sentimiento no es la fuente de que este contenido mana para el hombre, sino solo el modo y manera de encontrarse en él; y es la forma peor, una forma que el hombre tiene en común con el animal. Lo sustancial debe existir en la forma del sentimiento; pero existe también en otra forma superior y más digna. Mas si se quisiera reducir la moralidad, la verdad, los contenidos más espirituales, necesariamente al sentimiento y mantenerlo generalmente en él, esto sería atribuirlo esencialmente a la forma animal; la cual, empero, es absolutamente incapaz de contenido espiritual. El sentimiento es la forma inferior que un contenido puede tener; en ella existe lo menos posible. Mientras permanece tan solo en el sentimiento, hállase todavía encubierto y enteramente indeterminado. Lo que se tiene en el sentimiento es completamente subjetivo, y solo existe de un modo subjetivo. El que dice ‘yo siento así’ se ha encerrado en sí mismo. Cualquier otro tiene el mismo derecho a decir ‘yo no lo siento así’, y ya no hay terreno común. En las cosas totalmente particulares el sentimiento está en su derecho. Pero querer asegurar de algún contenido que todos lo tienen en su sentimiento, en el que nos hemos colocado, es contradecir el punto de vista del sentimiento, es contradecir el punto de vista de la particular subjetividad de cada uno. Cuando un contenido se da en un sentimiento, cada cual queda atenido a su punto de vista subjetivo. Si alguien quisiera calificar de este o aquel modo a una persona que solo obra según su sentimiento, esta persona tendría el derecho de devolverle aquel calificativo, y ambos tendrían razón, desde sus puntos de vista, para injuriarse. Si alguien dice que la religión es para él cosa del sentimiento, y otro replica que no halla a Dios en su sentimiento, ambos tienen razón”.
Estoy de acuerdo con Hegel en casi todo lo que dice. Pero no sin antes matizar lo expresado. Donde él puso ‘Dios’, yo pondría ‘mal’. Y como él mismo apunta, ‘Dios’ (o ‘mal’) es un término universal, que es objeto del pensamiento. Pero lo universal no tiene ninguna realidad, porque no tiene ninguna determinación. En este sentido, el mal es objeto del pensamiento, no es más que una palabra. La realidad es la negación del universal, su determinación. Por eso el sentimiento es lo más subjetivo, lo más individual, lo más íntimo, lo más animal. Justamente por ello, es garantía de la realidad del ser que siente, como de manera inequívoca lo afirmó Descartes en la primera meditación metafísica.
Pero fue Heidegger quien sin ninguna ambigüedad nos mostró cómo los sentimientos –los diversos temples del ánimo- cumplen funciones ontológicas. El sentido del ser viene dado por cómo se siente el ser. Ver no es verse. Oír no es oírse. Pero sentir es sentirse. Así el aburrimiento nos descubre que vivimos entre cosas. Y gran parte de nuestro esfuerzo estará  en  luchar para  no volvernos una cosa de tantas: por eso nos apuramos y nos preocupamos afanosamente. ‘Hombre preocupado es hombre; hombre despreocupado es cosa’, decía Heidegger.  La angustia nos descubre que somos de hecho, que estamos rodeados por la nada. Que no hay a quien acudir cuando la angustia nos invade.
 Según mi interpretación, el sentimiento del mal nos descubre el  núcleo del ser.  Sentir el mal es sentirse mal. El sentimiento del mal anuncia un ataque a nuestra más profunda  interioridad, que es un agujero negro. Ese núcleo, como el fenómeno  celeste, es de extrema intensidad y de gran atracción gravitatoria, que ni refleja ni emite ninguna radiación, pero que constituye la fase final de nuestra evolución como seres. Por ello el rabí de Nazaret enseñó a pedirle al Padre en oración: “sed libera nos a malo”, porque el mal señala un ataque a nuestra sustancia.

Dr. Carlos H. Jorge

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Conferencia dictada en la UCAB, núcleo Los Teques, el 27 de mayo de 2015.

Para comunicarse con el autor escriba a carloshjorge@yahoo.es
Tomado de: http://carloshjorge.blogspot.com/

miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿Qué es Metafísica?




¿Qué es metafísica? es un escrito del filósofo alemán Martin Heidegger, pronunciado como “lección inaugural” para el “Aula de la Universidad de Friburgo de Brisgovia”1 Fue publicado en 1929 en la ciudad de Bonn por parte de la editorial Friedrich Cohen. La nombrada lección fue, en sus primeras décadas de difusión, presa de largas discusiones y de una “resonancia amplia y tempestuosa”2. Tuvo particular significación la acogida que recibió el escrito en sus traducciones al japonés y al turco, “lenguas que sobrepasan el dominio lingüístico cristiano de Europa”, que le permitieron al autor alemán ser favorablemente acogido en dicho público, en razón a que allí “la metafísica greco-cristiana no constituye el trasfondo y la base evidentes”3.

El título de la lección esta presentada en forma de pregunta. La pregunta mencionada en el título, por cuanto pregunta, es lo que merece pensarse: la metafísica. Lo que lleva a la presunción que se va “hablar sobre la metafísica”, pero dicha presunción, sí se concretara, podría llevarnos por derroteros de lo más equivocados; es decir, podría llevarnos a reproducir concepciones y prejuicios tradicionales que están aparejados a la historia del pensamiento occidental.

El método para responder a la interrogante es “tratar una determinada cuestión”, en este caso, “una cuestión metafísica”, para así, de esa manera, “ofrecerle la justa posibilidad de presentarse a sí misma”4, permitirle aparecer. Éste método es también utilizado en su obra principal Ser y tiempo, donde se interroga la pregunta por el Ser como pregunta fundamental y fundacional de la filosofía. Es la pregunta fundamental porque todo reconocer entes, sea teórico o práctico, presupone un cierto modo de entender qué es ser. Toda consideración de la realidad, de lo que es, exige una previa consideración de cuál es el sentido del ser mismo (Sinn des Seins). Por eso podemos decir que es a la vez pregunta fundacional, inicial, de todo pensamiento filosófico. Pero, para hacer salir la noción de Ser el desarrollo va a partir de la noción de ser-ahí (Dasein). Este término designa a aquél que somos en cada caso nosotros, pero no al hombre entendido como un género o como un ente cualquiera al que le es ajeno su propio ser, sino como aquel ente al que precisamente le es esencial una comprensión de su ser (Seinsveständnis), lo que hace de él el ente que puede formular la pregunta por el ser en general, así como aquél al que puede dirigirse esa misma pregunta.5 Es por medio del Dasein que emerge la compresión del Ser.

En este caso, la pregunta por la metafísica, es un interrogar por un determinado asunto metafísico. Al darle, permiso, la justa posibilidad, de hacerse presente a la cuestión interrogada, ella misma, se desplegará mostrando lo que es.

El despliegue del preguntar comienza trayendo sobre nosotros una cita de Hegel: “la filosofía es el mundo al revés”6. La cita hace mención de una concepción desarrollada por Hegel en el capítulo A sobre la Conciencia, de la sección III Fuerza y entendimiento de su Fenomenología del espíritu, que tiene un desarrollo que se llama: “La ley de la pura diferencia, el mundo invertido”7 Allí Hegel explica el movimiento dialéctico tautológico del cambio puro, donde “el primer suprasensible, el reino quieto de las leyes” se torna en su contrario, el mundo del fenómeno, lo desigual, que, aunque fragmentándose en momentos para el entendimiento, “sigue siendo el mismo”, lo igual. Es éste cambio de un mundo suprasensible de leyes quietas al mundo percibido, donde el uno se torna en su contrario, estableciéndose en ambas cosas: “la ley y sus diferencias”. Así cada mundo obtiene su “contra imagen necesaria” que retiene para sí el origen del cambio y la mutación; “el primer reino de las leyes carecía de esto, pero lo adquiere ahora como mundo invertido”8 La totalidad absoluta del espíritu abarca tanto lo igual como su diferencia, lo igual como lo desigual, la quietud y el movimiento, el ser y la nada. Lo que permanece es precisamente lo que es real allí donde todas las cosas están continuamente desapareciendo. “El mundo real consiste precisamente en subsistir siendo constantemente otro”9. Lo constante es lo real puesto que sobrevive a la desaparición permaneciendo como verdad de lo que desaparece. A lo que nos apunta Heidegger desde la cita de Hegel es, en primer término, que debemos pensar, preguntar, la cuestión de la metafísica en forma dialéctica y no desde una formulación lógica basada en géneros que excluyen la diferencia. En segundo término, encontrar aquello que queda tras la desaparición de todas las cosas.

La pregunta por la metafísica pertenece a una situación esencial del Dasein, pertenece a su aquí y ahora, que sitúa, que planta, la pregunta sobre, en, una referencia espacio-temporal. Haciendo esto evidente apartamos a un lado todo posible recorrido a través de la historia de la metafísica, que ya desde un primer momento había quedado descartada. Al tener al aquí y al ahora como horizonte del interrogar ambos nos van a abrir las puertas para “meditar sobre nuestra situación actual”.

En el tiempo en que fue escrita la lección, y en la actualidad, la civilización occidental se encuentra sujeta a las determinaciones que le da la ciencia sobre las cuestiones más esenciales, sobre la vida de ser humano y de los otros seres que comparten el mundo con nosotros. Toda ciencia está fundada sobre el proyecto de un sector de objetos delimitado y es por eso una ciencia necesariamente particular10. Cada ciencia, en el desarrollo de su proyecto, ha de desarrollar una especialización mediante un método que le proporcione la concreción de su propio fin. Ahora bien, las ciencias de la naturaleza y las ciencias históricas, en su proceder, se han ido especializando, dividiéndose, en diferentes “disciplinas desmembradas”, perdiendo de esa manera el arraigo unificado que constituía su fondo esencial. Naturalmente, el hombre como un ser que hace ciencia, cayó de esa manera en un nihilismo, en un no saber nada de cuestiones esenciales. Es por esa razón por la cual Heidegger les solicita a los científicos que vuelvan a afirmar su “seriedad y lucidez” y que vuelvan a pensar las cuestiones de fondo, es decir, las cuestiones metafísicas.

El común de los científicos se plantea pensar lo “ente mismo… y nada más allá, de nada más”. La tarea de la ciencia es pensar lo ente y nada más. La nada aquí hace su aparición, pero como algo que es de plano excluido, como sí se tratara de algo muerto, o mal oliente. Pero, ¿Qué pasa con la nada? pregunta el filósofo de Baden. “La ciencia no quiere saber nada de la nada”. Entonces, que se ocupen de ella aquellos que puedan pensar con mayor radicalidad, aquellos que puedan pensar profundamente, diríamos nosotros.

Ahora, lo que buscamos es la nada, como esa cuestión metafísica que ha de mostrar, con su aparecer, la totalidad de la metafísica. La lógica tradicional, desde Parménides pasando por Aristóteles, por no nombrar más, ha visto desde la distancia a la Nada como eso que “no se da”. Pero, para nuestro autor al igual que para Hegel “el preguntar por la nada (qué es y cómo es) convierte lo preguntado en su contrario”11, en la pregunta por el Ser; y de esa manera determina la imposibilidad de la intuición formal de su objeto. Pero, ¿eso no hace todo éste discurrir inútil? No. Como seres finitos no podemos aprehender una forma absoluta de la totalidad de lo real. He aquí la gran diferencia, abismal, entre Hegel y Heidegger. Para Hegel el entendimiento puede adquirir un concepto del absoluto que contenga toda la esencia de lo real, que es su propia esencia. Mientras que, para Heidegger el Dasein está fundamentalmente constituido de su finitud. Para el alemán de Baden, el Dasein existe finitamente, él se desemboza, despliega, él mismo como finito. Al hacer evidente la finitud del Dasein, de esa manera, deja a un lado toda pretensión de absolutos, por una conquista de lo más apreciada, reconducirnos hacia quienes somos realmente nosotros, sin fabulaciones, ni ilusiones.

La finitud es un aspecto clave de este planteamiento ya que nos remite a un estado de ánimo, un talante fundamental: La angustia. La angustia es un estado de ánimo, un talante, que encalla al Dasein ante la propia nada. En la analítica heideggeriana los talantes, las tonalidades, las disposiciones afectivas, son estructuras fundamentales del Dasein. En ellas se revelan los componentes constitutivos de su estructura, y por su carácter revelador aparecen vinculadas al fenómeno fundamental de la Verdad (die Wahrheit); fenómeno que recordamos Heidegger interpreto en el sentido de ἀλήθεια, que se tradujo como “sacar del ocultamiento”, o des-ocultamiento.

“El Dasein vive tanto en la verdad como en la no-verdad”12 Él puede hablar tanto de uno como de lo otro, pero ya esa misma “operación predicativa es secundaria respecto al estar ya en el mundo propio de la existencia humana”13 Es decir, la proposición que emite el Dasein no es tan original como lo es el estado de descubierto, de apertura, que es la constitución originaria del Da (ahí). El estar-abierto, la apertura, es tanto un abrirse al mundo como a sí mismo; que no es un estado de conciencia, sino algo previo, más original, es estar en la apertura del ser. El talante, la disposición afectiva14, que aparece en este estado de apertura tiene una fuerza reveladora que irrumpe en la cotidianidad haciendo que la nada salga al desnudo en su raíz y sin misterio, mostrando aquello que es y tiene que ser.

Las disposiciones afectivas no son coloraciones subjetivas o estados interiores de una subjetividad encerrada en sí misma, ni tampoco efectos en la conciencia provocados por particulares; ellos no provienen de entes intramundanos que comparecen dentro del mundo (die gestimmtheit der befindlichkeit). Son modos de encontrarse el Dasein en el mundo antes de toda separación sujeto y objeto, son modos de su estar en el mundo. Porque para el discípulo de Husserl el mundo no es un objeto, ni el ser que está en el mundo es un sujeto15. Cada disposición afectiva esta acordada en consonancia con el mundo de un determinado modo, y en cada una de ellas el mundo se nos abre de un modo diferente.

“La angustia revela la nada”16La nada se revela en la angustia. En esta meditación Heidegger describe, interpreta, fenomenológicamente la aparición de la nada. Ésta no se manifiesta como objeto, ni como ente. Ella se desliza libremente, apareciéndosele al Dasein en la angustia. “En la angustia, lo ente en su totalidad se vuelve caduco”. Ella, la nada, permea la totalidad de lo ente mostrando su esencia vacía. Lo ente se escapa. No ocurre una negación del sujeto hacia el mundo, es la nada la que sale al encuentro, como la subida de la marea en un islote, todo alrededor cambia a otra cosa distinta, silencia lo anterior. Lo que era antes, retrocede ante la nada. Todo se calma en su conjunto, “hechizando la totalidad”. Lo que es, el mundo de las cosas, desiste, se distancia, se aparta, abdica. La realidad cambia su piel, como una serpiente, se muestra de otra forma. Así como el día revela la noche, cuando el ente enmudece, cuando el ente no habla más, se revela la nada. Rodeados por el silencio quedamos sin ningún apoyo, suspendidos. En presencia de la nada todo decir “es” calla.17 Cuando la nada misma se descubre, cuando se pude decir: “la nada misma estaba allí” (das nicht selbst als solches-war da) cuando se experimenta como fenómeno se puede aprehender la “diferencia ontológica” Es en esa apertura de “lo ente como tal”18 que se evidencia: “que es ente y no es nada”.

“La esencia de la nada cuyo carácter originario es desistir” reside en que ella es la que conduce por vez primera al Dasein ante lo ente como tal; en otras palabras, es solo y únicamente, por medio de la aprehensión, del evidenciar la nada que se puede sostener que se conoce que es lo que Es, que es el Ser. “El Dasein del hombre solo puede dirigirse a lo ente y entrar en él desde el fundamento del originario carácter manifiesto de la nada”19 La nada es, por lo tanto, razón de conocimiento de las cosas. La totalidad de lo que acontece procede de la nada manifiesta.

Martin Heidegger afirma “Ser-aquí significa: estar inmerso en la nada”20; esta afirmación no se debe dejar tergiversar con apresuramientos de corte nihilista o pesimista; nada de eso, debemos entender que todo lo que se eleva, emerge, asume, asciende, se adopta, en el mundo es ser y finitud.

Al estar dentro, rodeados, por la nada, el Dasein, “está siempre más allá de lo ente en su totalidad. Este estar más allá de lo ente es lo que llamamos trascendencia”21 Esto se refiere a que en la constitución del Dasein existe la posibilidad de intencionalidad, que significa que “toda conciencia es siempre conciencia de algo”, y también que “el mundo es el mundo pensado, y éste es el único que tiene sentido”, por lo tanto, Trascender significa: ir más allá de sí mismo. No estamos hablando de ir a parar en “otro mundo”, en un “cielo”, nada por el estilo; sino de un trascender el nivel de la vida cotidiana y del trato con las cosas en la medianía del uno público para situarse en el claro (lichtung) del ser22.

Así se entiende que “la nada es lo que hace posible el carácter manifiesto de lo ente como tal para el Dasein humano” La nada es la posibilidad de la manifestación y obtención como tal del Ser del ente. Y solo podemos, tenemos, esta posibilidad en tanto que, la nada pertenece al ser mismo. La nada es así anterior, no posterior al ente”23

“Al estar inmersos en la nada sobre el fundamento de la angustia escondida es la superación de lo ente en su totalidad: la trascendencia”24; por medio de la apertura aprehendemos el carácter originario de la nada, evidenciando en el Da (ahí) algo que se ha vaciado absolutamente, que ha callado completamente, que expresa un vacío total25 para luego sobrepasarlo hacia algo que revela como la fundación de todo lo que aprehendemos.

Es en el preguntar por la metafísica donde ocurre ese sobrepasamiento26, y es ese sobrepasamiento que le da sentido a la metafísica. El preguntar por la metafísica hecho por el filósofo de Messkirch, y todo preguntar por la metafísica, es un preguntar que va “más allá de lo ente como ente en su totalidad”27 . Y ese preguntar va más allá porque tiene la necesidad que recuperar “en cuanto tal y en su totalidad” de sí para su concepto. La pregunta por la metafísica, como el rayo que timonea todas las cosas de Heráclito28 ilumina todo lo que “Es” en el horizonte, que dentro de sí “queda incluido el Dasein que pregunta dentro de la pregunta”.

En definitiva, el Dasein “sólo llega a comprenderse en lo que verdaderamente es cuando no prescinde de la nada”. Es desde el claro del ser donde el Dasein trasciende, se eleva, asciende desde una inicialidad, que como vacío, es el sitio de origen a todo desplegarse, a todo acaecer de la Verdad.

Anibal Rivera Dávila


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Trabajos citados

Escudero, J. A. (2009). El lenguaje de Heidegger. Barcelona: Herder.
Gadamer, H. G. (2002). Los caminos de Heidegger. Barcelona: Herder.
Gadamer, H. G. (2007). La dialéctica de Hegel. Madrid: Catedra.
Hegel, G. W. (1966). Fenomenología del espíritu. México: FCE.
Heidegger, M. (1971). Ser y tiempo. México: FCE.
Heidegger, M. (2006). Hitos. Madrid: Alianza.
Heidegger, M. (2010). Caminos del bosque. Madrid: Alianza.
Santander, J. R. (2004). COMENTARIO A UN TEXTO DE HEIDEGGER (II). La Lámpara de Diógenes, pp. 27-41 . Redalyc


1 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 390)
2 (Gadamer, Los caminos de Heidegger, 2002, pág. 325)
3 (Gadamer, Los caminos de Heidegger, 2002, pág. Ib)
4 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 93)
5 Enciclopedia Herder (2015) [Pagina web en línea. Disponible: https://encyclopaedia.herdereditorial.com/wiki/Autor:Heidegger,_Martin [Consulta: 2015, junio 23]
6 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 93)
7 (Hegel, 1966, pág. 97)
8 (Hegel, 1966, pág. 98)
9 (Gadamer, La dialéctica de Hegel, 2007, pág. 57)
10 (Heidegger, Caminos del bosque, 2010, pág. 69)
11 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 96)
12 (Escudero, 2009, pág. 194)
13 (Escudero, 2009, pág. 196)
14 Die befindlichkeit
15 (Santander, 2004)
16 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 100)
17 (Santander, 2004, pág. 35)
18 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 102)
19 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. ib)
20 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. ibid)
21 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. ibidem)
22 (Escudero, 2009, pág. 167)
23 (Santander, 2004, pág. 36)
24 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. 105)
25 Que para Hegel “da también el nombre de lo sagrado”( Das heilige) (Hegel, 1966, pág. 90)
26 Hinausgehen über
27 (Heidegger, Hitos, 2006, pág. ib)

28 “Y todas las cosas las timonea el rayo” Heráclito Frag 79